Desapareciste de mi vida tan pronto como mi felicidad apareció.

Desde aquella fecha en la que las miradas lo eran todo, no paré un segundo de pensar en ti. Día tras día iba imaginando el momento en el que por fin nos conociéramos y al fin ocurrió. Ese instante en el que esas miradas pasaron a ser acompañadas de besos y abrazos que decían más que mil palabras. Cada día iba siendo más feliz y justo cuando esa maldita felicidad llegó al extremo, desapareciste de mi vida. Así, sin más, sin  esperarlo. Cuando pensaba que las cosas iban a ir bien, de la noche a la mañana todo cambió.
Esa alegría acumulada durante semanas fue disminuyendo hasta convertirse en la soledad y tristeza de siempre